miércoles, 29 de octubre de 2008

Issei Sagawa, un canibal en la universidad


Raro es que los habitantes de esta página no tengan en su haber decenas de muertos a sus espaldas. En este caso en concreto, el protagonista de la Crónica Negra sólo tiene un asesinato en su historial. Una única víctima que hizo que Europa entera se estremeciera y que Japón encumbrase a su asesino al cielo de las superestrellas mediáticas, en el que todavía hoy continúa.
Issei Asagawa nació el 11 de junio de 1949, en el seno de una familia poderosa de Japón. Su padre fue presidente de Kurita Water Industries durante la década de los 80, así que su nivel económico y social ha sido siempre alto.
De niño, y según cuenta en el libro en el que relata sus vivencias, experimentó en su infancia una terrible pesadilla: él y su hermano estaban en un enorme caldero de agua hirviente. Alguien les estaba cocinando para comérselos.
Esta experiencia, a los cinco años de edad, provocaron una terrible curiosidad acerca del canibalismo.
Creció en medio de la alta sociedad nipona, claramente más beneficiado por el dinero que el resto, atenazados por la hambruna de posguerra.
Estudió y sacó muy buenas notas. Era inteligente y estaba motivado, así que cuando solicitó al patriarca que le matriculara en la mítica universidad parisina, La Sorbona.
Y allí fue Issei, dispuesto a estudiar una de sus pasiones: literatura comparada. Le gustaba leer, la literatura europea, y esta era una gran oportunidad. Su familia estaba orgullosa de tener un hijo en la Fráncia culta. Así, pensaban, se ganaría una mayor cultura y sería mucho más capaz de llevar adelante la empresa, el cargo de director que sin duda ocuparía más adelante.
En París, Issei se sintió maravillado por la presencia de las mujeres europeas, de piel pálida y brillante, rubias, pelirrojas… Le encantaban.
Entabló amistad con una joven alemana, Renee. Tenía 25 años. Era guapa, alta, culta…
Juntos, acudían a las citas culturales más importantes de París. Exposiciones, funciones de teatro, cine, cualquier movimiento artístico era interesante a ojos de los dos jóvenes.
Pero el interés de Issei iba más allá.
Se había enamorado de la joven y deseaba hacerla suya, disfrutar con su cuerpo y tenerla junto a él para siempre.
Día a día, el interés del japonés por su amiga crecía, sus sentimientos se afianzaban, y ella parecía corresponderle, aunque todavía no habían llegado a intimar de forma romántica.
Aún así, Issei se acercaba a ella cada vez más, y las invitaciones a tomar el té pasaron a ser muy comunes, y por fin, se decidió a invitarla a cenar en su apartamento.
La noche se presentaba perfecta. Había vino para la cena, música romántica, una lectura de poesía alemana por parte de la muchacha, que iba a ser grabada para el posterior deleite del joven y un plan: declararse y hacer el amor con su enamorada.
Tras la cena, estuvieron tomando té, al que Issai había añadido algo de whisky para hacer a Renné más perceptiva, según sus propias palabras.
Por fin, se declaró e intentó conducirla hasta su dormitorio, pero ella le rechazó. No es que el joven le cayera mal, sino que no buscaba ese tipo de relación con él.
Se levantó, dejó a Reneé leyendo un libro y sacó una pistola. Acercó el cañón al cuello de la ensimismada muchacha y disparó. Ella cayó al suelo sin vida, y él decidió qué hacer con su cadáver.
Si la comía, siempre estaría con él, de una manera u otra.
La desnudó y cogió un cuchillo de la cocina.
Buscó un punto cualquiera de su anatomía, y se decidió con el pezón izquierdo. Lo saboreó con cuidado y se dispuso a buscar otro punto donde comenzar a probar.
Cortó la cadera y la probó.
Notó como la carne se deshacía en su boca, dejando un sabor curioso en su paladar, y comenzó a desmembrar a la infortunada.
Tomó fotografías del cuerpo mutiliada, e incluso llegó a dormir con él. Al día siguiente, continuó devorando el cadáver. El ano, que no le gustó, los pechos, parte de una pierna…
Cuando iban pasando las horas, el cuerpo iba descomponiendose sin remedio.
Su “luna de miel” había terminado.
Cortó con un hacha el cuerpo y lo introdujo en dos maletas. Con ellas se acercó hasta uno de los parques de la Ciudad Luz y se deshizo de ellas.
Al poco, la policía se presentó en su casa, con una orden de registro. Alguien le había visto lanzando las maletas al agua. Al hundirse se habían abierto y su macabro contenido salió a la superficie.
En la nevera encontraron los labiros y la lengua de Renée. Los había guardado para deleitarse posteriormente con ellos.
Enseguida se declaró demente, y fue internado en el instituto Paul Guiraud, un centro para perturbados mentales.
Su padre reaccíonó con rapidez y utilizó sus contactos y consiguió que le trasladaran hasta Tokio, ingresado en un centro nipón. En 15 años, el caníbal estaba en la calle y además, se convirtió en una figura mediática.
Entrevistas, documentales, e incluso una intervención en una televisión alemana hicieron de él un hombre famoso y popular, al que las masas idolatraban.
Escribió cuatro libros, el mas importante de ellos “En la Niebla”, donde contó con detalle el macabro asunto de Renée.
Hoy, es una celebridad que participa en programas de televisión en Japón, participa como crítico gastronómico en prensa y continúa siendo un personaje admirado, que incluso participó en una película pornográfica titulada The Bedroom, en la que recreó su crimen.

3 comentarios:

Anna Genovés dijo...

Hola amigo negro,

Se nota que estás muy bien documentado... Y, además, escribes muy bien.

M einteresan la vida de los asesinos en serieporque me apetece entrar en la novela negra.

Ahora, voy a dejarlo -de momento aparcado- me refiero a un nuevo killer: hace años escribí una novela que tengo por recisar.

El finde pasado, escaneé su casi 200 páginas y con un programa de conversión; la tengo en word para rectificaciones.

Si necesito cualquier consulta, por supuesto: cuento contigo.

Estremecedor este "japo" ... Todso c on esas caritas de buenos y después... ¡Ya te digo!

Muchas gracias,

Ann@ Genovés

Anónimo dijo...

Demente asqueroso. Le hace eso a alguno de los mios y el ¨manjar¨ siguiente que le haría tomar es su propia polla con sus cojones. Desde luego que alguien asi este en la calle me certifica que Japon esta enfermo.

Víctor Alós dijo...

Desde luego, es algo bastante raro. Pero hay que tener en cuenta que su padre era un rico ejecutivo, así que la cosa se hace más normal.
Ojo, que sigue siendo una barbaridad, pero los maletines funcionan en Japón igual que en nuestro país.
El que tiene pasta, por horrible que sea el crimen que ha cometido, no se juzga igual que el que no tiene nada.
Un saludín