domingo, 13 de enero de 2008

Ed Gein, una personalidad para recordar


Una granja en la que alguien comete asesinatos en serie con ayuda de una motosierra. Un motel en el que la madre del dueño impone su ley, aunque lleve unos añitos muerta. Un asesino que pretende ser mujer y utiliza la piel de sus víctimas para convertirse en una. ¿Te suenan?.

Son los argumentos de algunas de las películas sobre crímenes y criminales más famosas de los últimos 40 años. Todas ellas, además de lo obvio, tienen algo en común: se basan en la figura de un personaje real: Edward Gein.

Nació el 27 de agosto de 1906 en la pequeña localidad de Plainfield, Wisconsin. Una pequeña comunidad del medio oeste americano en la que se vivía de lo que la tierra ofrecía. Las granjas ocupaban casi la totalidad del paisaje, y fue en una de ellas donde el pequeño Ed pasó la infancia, que como el lector avezado supondrá, no fue nada agradable.

Efectivamente, un hogar desestructurado fue el escenario de esos primeros años de vida. Henry y Edward, los dos hermanos Gein, crecieron con un padre alcohólico y una madre excesivamente posesiva, víctima de las palizas de su marido, que sobrellevaba gracias a una estricta educación religiosa.

En realidad, Ed debía haber nacido niña, que es lo que su madre deseaba con toda su alma, pero el destino quiso que fuera varón. Aún así, para Augusta el pequeño debía de ser tratado como a tal. Confeccionaba vestidos y lo vestía con ellos, además de darle una educación que le situaba en ese rol.

El padre murió de repente, en medio de una de sus habituales juergas, dejando a la familia sin el cabeza de familia, que lejos de sentirse aliviados por la ausencia de los golpes y malos tratos, sufrió una inexplicable tristeza. Augusta redobló entonces su férreo control sobre los dos hermanos, que se vieron atrapados por otro tipo de tortura, esta vez más psicológica que física.

Las enseñanzas que recibían de su madre venían marcadas por la educación fundamentalista cristiana, y contenía sentencias taxativas tales como “no forniques antes del matrimonio, eso es pecado”, “no salgas con chicas, eso es pecado”, “no bebas, eso es pecado”, y otras órdenes que coartaban el normal crecimiento de dos jóvenes que podrían haber crecido con una normalidad que habría evitado todo lo que vino después.

El resultado más inmediato de la ausencia de relación con otros jóvenes vino enseguida: Ed se enamoró de su madre, y era incapaz de ver más allá de su orondo cuerpo y sus órdenes.

En 1944 falleció su hermano, en circunstáncias extrañas y Edward quedó como único protegido de la estricta Augusta, que falleció sólo un año después.

Sin la figura que le había guiado durante 39 años, el frágil carácter del hombre se quebró y su vida transcurrió en una suerte de delirios, en los que era visitado por el fantasma de su madre.

En esa época descubrió un reportaje en el que se explicaba que la medicina podía convertir a un hombre en mujer, y decidió afrontar ese paso, ya que su mente se debatía entre ambos sexos. Pero no eligió ser operado: decidió hacerlo él mismo.

Con ayuda de un amigo, Gus, tan perturbado como él, comenzó a aprender sobre anatomía, y cuando estuvo listo, comenzó a desenterrar cadáveres en el cercano cementerio. Todos ellos de mujeres, todos ellos muy, muy similares a su propia madre.

Su habilidad con las herramientas hizo que la decoración de su casa cambiara rapidamente. Los objetos que ahora decoraban el hogar de su familia provenía de esas excursiones nocturnas. El tapizado de los sofás o las pantallas de las lámparas estaban realizados con elementos de esos cuerpos. También creó una línea de ropa con el mismo material, que vestía por las noches, cuando se quedaba sólo en su granja.

Una mente enfermiza que, por el momento, se limitaba a recoger personas ya fallecidas, y que por el momento no había dado el terrible paso.

Traspasó esa línea el 8 de diciembre de 1954, en la taberna local. La dueña, Mary Hogan, tenía una apariencia muy similar a la de Augusta, y Ed no pudo resistirse.

Mary desapareció, pero nadie relacionó al hombre con el suceso.

Tres años después, se confirmó otra víctima del demente Ed, la dueña de una ferretería llamada Bernice Warden.

En esta ocasión, se le situó en el lugar del crimen, y la policía no tardó en presentarse en la granja Gein. En ella encontró todo el macabro espectáculo.

El cuerpo de la mujer todavía estaba en la casa y alrededor, se encontraron los exóticos y macabros souvenirs que el perturbado criminal había recogido en varios años de excursiones al cementerio.

No presentó resistencia al arresto y fue trasladado a prisión, donde permaneció hasta el 26 de julio de 1986, día en que falleció. En su días de carcel y tratamiento fue un preso modelo: ningún incidente ni actuación anómala se registró en ese periodo.

Aún así, su granja, la que le vió nacer y tanta maldad, fue arrasado por un incendio provocado por los vecinos de Plainfield, temerosos de que acabará convirtiéndose en un lugar de peregrinación para desequilibrados.

Su vida ha sido llevada al cine, recientemente en una cinta llamada, precisamente, ED GEIN, y su figura ha sido tomada como referencia en “El silencio de los corderos”, “Psicosis” o “La matanza de Texas”.

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